La vida y obra de Patricio Aylwin atraviesan la historia política de Chile de los últimos 60 años y, mi vida en particular, ha estado entrelazada con él, desde siempre.
Pocos políticos han tenido una vida tan amplia, tan rica y con momentos tan complejos. Por eso creo que su vida y testimonio se deben entender en clave de futuro y extraer de ello, lecciones para el Chile de hoy.
Patricio Aylwin siempre tuvo fuerza en sus convicciones, amplitud de criterio y una gran tolerancia de las ideas. Criado en un hogar formado por un agnóstico masón y una ferviente católica, su educación se basó en el respeto por las diferencias y en el entendimiento de la diversidad.
Por esto no debe sorprender como, a meses de ser electo Presidente de Chile, le realizó el postergado funeral de Estado a uno de sus máximos oponentes políticos, Salvador Allende. El 4 de septiembre de 1990, durante esta ceremonia, Aylwin dijo: “como todo el país sabe yo fui adversario político de Salvador Allende” frente a lo que se escucharon pifias de la multitud, y continuó: “a aquellos que silban yo les digo que el único lenguaje en el que podemos entendernos es el de la verdad. Estoy aquí para dar testimonio de verdad y eso no me impidió respetarlo como persona, reconocer sus méritos, coincidir en muchas ocasiones y mantener con él relaciones amistosas. Esta es la esencia de la vida democrática. Fui opositor de su gobierno lo que no nos impidió dialogar siempre en busca de fórmulas por lograr un acuerdo para salvar la democracia”. Este acto y estas palabras marcaron el inicio de una reconciliación largamente esperada por Chile.
Para Aylwin la causa de la crisis política que desencadenó el golpe de Estado, se debió a la rigidez que adquirió el sistema político, incapaz de conformar una mayoría estable, lo que provocó el quiebre de la democracia. La división en tres corrientes de opinión determinó que los gobiernos democráticos de ese entonces no fueran de una mayoría, sino que de la minoría más numerosa, lo que contribuyó a debilitar la eficacia del sistema y a producir su quiebre. Por esto mismo, para enfrentar la dictadura y luego desarrollar una democracia fortalecida, Aylwin lideró una unidad política entre el pensamiento laico y el humanismo cristiano, materializada en la Concertación primero y en la Nueva Mayoría hoy.
Durante su gobierno Chile creció, en promedio, un 8%; se redujo la pobreza de 40% a 30% y bajó la inflación de 25% a 12%. Un tercio de los recursos fiscales se destinaron a políticas sociales y en cuatro años tuvo la capacidad de coordinar un equipo que permitió proyectar lo que se continuó haciendo en los gobiernos posteriores.
En la actividad pública se está en función de las ideas y de las convicciones y, este hombre ejemplar, no solo las tuvo sino que luchó por ellas. Esto es lo que justifica la búsqueda del poder y el desarrollo de un ideario que va en beneficio de la sociedad y de los suyos.
Patricio Alywin siempre basó su acción en sus convicciones; en la razón de las ideas; en el diálogo y en el entendimiento con el contrario. En su quehacer encontramos un fuerte sentido de servicio y vocación pública. Miro hacia atrás y pienso que era más fácil decir que No a la dictadura a que nos pongamos a trabajar para recuperar los valores que todo el país nos está reclamando; Patricio Aylwin con su vida y testimonio nos muestra cuál es el camino para alcanzarlos.
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