Las comunas, al igual que Chile, han cambiado en estos 26 años de democracia. En el transcurso de este tiempo cambió el desarrollo económico, social y cultural del país; las formas de comunicarnos y de entendernos, y hoy surgen nuevas métricas para medir el progreso.
En una época en la que se imponen la desconfianza y un malestar hacia las instituciones públicas y civiles, las autoridades y gobiernos, tanto a nivel central como local, deben aprender a escuchar a la inmensa mayoría de los ciudadanos y atender sus demandas en contacto directo. Para construir un espacio genuinamente comunitario en el que todos se sientan comprometidos se debe abrir el diálogo entre municipio y vecinos y diseñar en conjunto una política de progreso y transformación democrática. Esto implica que las autoridades compartan públicamente su gestión y transparenten sus decisiones de manera de generar un flujo de información sobre el que el ciudadano pueda opinar y proponer.
Las nuevas tecnologías pueden canalizar esta comunicación. Un ejemplo de esto a nivel comunal es el programa Vecinos Conectados, una plataforma digital impulsada por la Fundación Democracia y Desarrollo que posibilita que los ciudadanos reporten a sus respectivos municipios asuntos de espacio público y problemas cotidianos como ampolletas quemadas en el alumbrado público o semáforos que no funcionan. Con un solo clic, los vecinos pueden enviar directamente a sus municipalidades inquietudes, sugerencias y problemas que encuentran en su gestión e instaurar un diálogo colaborativo entre ambas partes, en el que el municipio mejora su labor y los vecinos forman parte de la solución.
Asimismo, las nuevas tecnologías también pueden tener un impacto en otras áreas de gestión municipal como, por ejemplo, la salud. Imaginemos el siguiente escenario: un vecino es diabético y envía por mail al encargado de su salud en el consultorio municipal todos los días sus resultados. Desde ahí, el médico envía la orden de medicamentos que necesita directamente a la farmacia más cercana, la que, a su vez, se los manda a la casa del paciente. Un sistema así no solo evitaría largas colas en los consultorios, sino que además permitiría que el paciente recibiera de manera eficiente el tratamiento que necesita.
En el caso de la sustentabilidad, pequeños cambios pueden generar grandes transformaciones. Si todas las comunas de Chile siguieran el ejemplo de La Cisterna y pusieran luminarias led en el alumbrado público, el ahorro energético total del país sería el equivalente a una planta de carbón de 380 megas, la que a su vez tiene un costo de alrededor de ochocientos millones de dólares. ¿Será posible plantear como un desafío a todas y cada una de las comunas de Chile que en un período razonable todas sus luminarias públicas se conviertan en led?
Y, cuando hablamos de equidad territorial, podemos partir por lo que, a simple vista, es lo más fácil. Pese a que la Organización Mundial de la Salud considera como referencia mínima 9 metros de parque por persona, actualmente en nuestro país la gran mayoría de las comunas están por debajo de los tres metros. Si los municipios se propusieran como unas de sus metas de a aquí a veinte años construir como mínimo nueve metros cuadrados de parque por habitante, las futuras generaciones tendrían asegurado un espacio en el que jugar, imaginar, innovar y encontrarse.
En definitiva, estas propuestas buscan establecer, como dice el filósofo italiano Norberto Bobbio, un mínimo civilizatorio que asegure una igualdad territorial bajo el cual no viva ni un vecino o vecina. Y cuando se habla de un mínimo civilizatorio, significa que todos debemos ser, a lo menos, iguales en algo. Ese algo es hoy fijar estándares como velocidad mínima de internet por habitante, máximos de emisión o estándares de servicio garantizados.
La importancia de estas elecciones es que son el primer paso de una nueva forma de relacionarnos entre la autoridad y el ciudadano. A partir de ellas, la persona elegida para gobernar, además de decidir, deberá escuchar y generar un diálogo de ideas para lograr construir un programa común que todos sintamos propio.
Por esto no da lo mismo quién sea alcalde y quién forme parte del consejo comunal. Dibujemos la comuna que queremos con el lápiz el día que votemos por nuestras autoridades, participemos del proceso y formemos parte de la transformación de nuestro municipio.
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