Los desafíos para combatir el cambio climático en América Latina se deben abordar en conjunto, y no sólo a partir de políticas públicas al interior de cada país. Podemos intercambiar experiencias, pero más importante aún es estar decididos a hablar con una sola voz y definir qué es lo que nos convoca como región para enfrentar las reuniones y acuerdos internacionales como un gran país continente.
En materia de deforestación, el avance ha sido escaso y nosotros como continente debemos hacernos cargo de nuestras particularidades. A nivel mundial las emisiones de gases de efecto invernadero por deforestación se acercan a un 20% cada año, mientras que en América Latina esa cifra alcanza un 50%. El caso de Brasil es el más elocuente, siendo el único país del mundo que emite más por deforestación, que por todo lo que produce en un año. De ahí la importancia de reducir, con ayuda financiera internacional, los niveles de deforestación y, por esta vía, neutralizar las emisiones.
Asimismo es fundamental ratificar que las dos grandes medidas para combatir el cambio climático, mitigación y adaptación, son dos caras de la misma moneda. Cuando se mitiga, es decir cuando se emite menos mejorando la energía por unidad de producto, más se está en condiciones de adaptarse a los efectos del calentamiento global. Este esfuerzo sólo es válido si las acciones de mitigación están asociadas al establecimiento de reglas claras sobre el reporte, el monitoreo y la verificación. Si logramos este piso, podremos exigir de igual a igual que los países desarrollados aprueben financiamientos vinculantes respecto a este tema.
América Latina ha dado pasos significativos en la lucha contra la pobreza y requiere mantener este crecimiento que lo obliga a disminuir lo que emitimos por persona al año, lo que hoy es cercano a seis toneladas de carbono. Si queremos alcanzar la meta de dos toneladas por persona en el año 2050, debemos establecer contribuciones voluntarias y comprometernos como región a lograr este objetivo. Mientras México dio un primer paso en marzo y Chile lo hará prontamente, debemos establecer compromisos libres y vinculantes con la comunidad internacional que señalen qué medidas de mitigación concretas realizaremos para disminuir las emisiones en un determinado plazo de tiempo, lo que supone estar dispuesto a que nuestras acciones se monitoreen, evalúen y certifiquen. Como contrapartida, podremos acceder a apoyo financiero internacional para llevar a cabo los compromisos.
Estamos en una etapa significativa. Debemos lograr una integración regional entendiendo que sólo se puede crecer con mayor eficiencia energética y que los niveles de disminución de la huella de carbono, serán la nueva medida de grado de civilidad en cada sociedad. Así, lograremos poner sobre la mesa, en cualquier negociación internacional, nuestras experiencias y exigir, desde ese lugar, medidas efectivas a nivel global. Demos el primer paso y conversemos con los europeos, chinos y norteamericanos de igual a igual en estos temas. Pongámonos a la vanguardia.
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