La irrupción de las nuevas tecnologías y en particular de las redes sociales en el mundo, tuvo lugar, primero que nada, en los espacios privados y cotidianos de las personas. Antes que las empresas; antes que los gobiernos, ciudadanos comunes y corrientes comenzaron a vincularse a través de las redes transformando de una vez y para siempre, su forma de relacionarse con el otro.
Así es como los centros de poder se desplazaron. En un mundo en el que ya no existe la geografía, las herramientas de poder están en los celulares o computadores personales de los ciudadanos. Desde sus hogares se vinculan no sólo con su entorno más cercano, sino que con su país, región o el mundo. Paradójicamente este fenómeno ha fortalecido a las identidad locales, regionales o unidades supranacionales como sucede en los casos de de Escocia o Cataluña, dando paso a la “glocalidad”, es decir aquella comunidad que está dispuesta a pensar globalmente, pero que actúa de forma local. Bajo este concepto, la representación está dada por aquel que se relaciona en mi espacio cotidiano, que representa a la región en la que vivo, y que a su vez me conecta con el mundo. En este contexto el Estado – Nación centralizado deja de representar las demandas de los ciudadanos. Las sociedades a partir del uso de las tecnologías y las redes emergen movimientos sociales que masifican identidades que no estaban o no se sentían representadas y cuestionan los mecanismos representativos existentes.
Ante estas nuevas dinámicas, los sistemas democráticos ven alterados su modo tradicional de funcionar, en donde pese a que los partidos políticos, el parlamento y las elecciones todavía son esenciales, pierden protagonismo ante un ciudadano empoderado que constantemente opina y valora sus acciones. En el caso de los nativos digitales la postura es más crítica aún al considerar la democracia como un dato básico desde el que se parte para avanzar, exigiéndole respuestas de acuerdo a sus propios derroteros. Bajo esta noción olvidamos que la democracia es una conquista; un proceso que nunca termina de perfeccionarse.
Por esto es fundamental instalar discusiones políticas entre los centros de poder y las comunidades de manera que permitan que el sistema político construya formas e instituciones que resuelvan las necesidades, a la vez que estimule a la ciudadanía a vincularse activamente en las decisiones democráticas.
Pese a lo rápido que suceden los cambios tecnológicos, la incorporación de estos a un plano político debe proyectarse a largo plazo. Tal como lo he planteado en otras ocasiones, estoy convencido que todavía no conocemos las próximas instituciones políticas que van a emerger de las redes, las que además de fortalecer a la democracia en su sentido representativo, también lo harán en su sentido participativo.
La red desafía constantemente a la dirigencia política y sus instituciones, las que deben navegar de manera horizontal. Hoy ya está demostrado que hay muchos ciudadanos que saben navegar tan bien como la clase política dirigente. La habilidad está en cómo son incorporados en la dirección correcta y de manera igualitaria.
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