Estamos a punto de iniciar un proceso muy importante para configurar una integración casi completa de América Latina y el Caribe con la Unión Europea. Y ello, aunque parezca inesperado, podría crear las condiciones para un acuerdo muy amplio de integración latinoamericana, teniendo como base lo que concordemos con Europa.
¿Dónde están las claves para tener tal optimismo? Por una parte, en la perspectiva de avanzar, seriamente esta vez, en las negociaciones entre Mercosur y la entidad europea. Por otra -al ver el conjunto de países que, de nuestro lado quedarían vinculados con aquel mercado-, buscar la forma de aplicar esas mismas concesiones y acuerdos con Europa a una auténtica integración latinoamericana.
He tenido el privilegio en estas últimas semanas de intercambiar ideas con dirigentes del nuevo gobierno argentino y con el presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, que ahora, próximo a cumplir un año de mandato, asume la presidencia de Mercosur. También he conversado con importantes asesores y analistas de la región en el reciente encuentro del Consejo de Relaciones Internacionales de América Latina (RIAL), en Buenos Aires. Es de todos esos diálogos de donde surge una perspectiva promisoria.
Todo indica que el cambio argentino hará posible retomar el camino algo dejado de lado en las conversaciones entre Mercosur y la Unión Europea. Esto viene de lejos: se remonta a 1996 cuando los europeos acordaron en Florencia, Italia, iniciar conversaciones para un acuerdo con Mercosur y con Chile. Y se indicaba que la Unión Europea avanzaría pari passu (con igual paso) con ambos simultáneamente. Hacia el 2002 fue necesario separar los caminos porque, claro, negociar con un país es más fácil: Chile había avanzado mucho en las condiciones para ese acuerdo y Mercosur quedó para después.
Han pasado de esto 13 años. Pero, en el intertanto, el mapa de compromisos con la Unión Europea se ha extendido promisoriamente. México ya tiene su acuerdo con la Unión Europea, así como el conjunto de los países centroamericanos y también República Dominicana. Hacia el sur, a los tratados suscritos por Colombia, Perú y Chile, se sumó Ecuador en julio de 2014. Si Mercosur, o al menos los 4 socios fundadores (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) deciden reiniciar conversaciones y culminan con éxito, se podría decir que casi toda América Latina, con excepción de Venezuela y Bolivia, tendrían un mapa similar de compromisos con dicho continente. Y desde 2008 los países de CARICOM tienen su acuerdo de asociación económica con Europa. Capítulo aparte es Cuba, que luego de reanudar relaciones con Estados Unidos está en conversaciones con la Unión Europea, la cual estaría más que dispuesta a incluir el entendimiento comercial en sus negociaciones. Esto ayudaría a Venezuela y Bolivia a sumarse a esta iniciativa.
Si todo ello así quedara constituido, Europa podría decir que ha llegado al primer acuerdo con un grupo importante de países en un solo continente: estaríamos en la vanguardia.
Sabemos que en estas negociaciones con Mercosur hay un tema complejo y difícil: son las exportaciones agrícolas hacia Europa y la barrera implícita en los subsidios agrícolas allá vigentes. Según se decía no hace mucho, se pagaban hasta 700 euros a todo aquel que tuviera una vaca que, dada ciertas características, calificara para recibirlos. No era fácil negociar con esa cantidad de recursos de por medio.
Pero los tiempos han cambiado. Tras los acuerdos comerciales de la X Conferencia Ministerial de la OMC celebrada en diciembre en Nairobi, se logró eliminar los subsidios a la exportación de productos agrícolas, lo que facilitará enormemente resolver este difícil tema en la eventual negociación de Mercosur con la Unión Europea. Además, Alemania podría ser un buen abogado de la demanda de América Latina y de Mercosur, en particular, para eliminar los subsidios a la exportación.
Por cierto, todo ello sería muy importante para Brasil: le vendría muy bien, en medio de las complejidades que vive, poder decir “hemos culminado un acuerdo con Europa que puede ser beneficioso para todos”.
Pero aquí vamos a la otra parte de la estrategia. Si los países latinoamericanos lograran tener ese mapa de acuerdos con Europa, ¿sería posible que nos sentáramos para ver si estamos en condiciones de otorgar esos mismos beneficios a cada uno de nosotros? En otras palabras, si ponemos los acuerdos con Europa sobre una mesa, ¿podremos aspirar a declarar que cada uno de nosotros otorgue esas mismas ventajas al resto de los países de América Latina? Sin duda, será necesario establecer algunas excepciones. Sin embargo, lo esencial es entender que podemos estar en la víspera de dar un salto enorme hacia una integración entre nosotros, a partir de lo que hemos convenido con Europa que sería una buena base para nuestra integración. De hecho en varios casos, nuestros propios acuerdos intrarregionales, como es el caso de Chile-México, han avanzado lo suficiente negociando una asociación con una cobertura amplia de comercio y cooperación.
Sería importante, si al consultarle a la Unión Europea, le dijéramos a ésta si ella nos permitiría acumular el origen de los productos de nuestra región con los provenientes de Europa ampliando así las oportunidades para que nuestros exportadores se integren a las cadenas globales de valor del comercio internacional.
La Unión Europea como región se ha abierto a negociar un tratado de libre comercio con Estados Unidos, como también ha expresado su voluntad de hacerlo con China. Si el entendimiento de Mercosur con los europeos se concreta, estaremos culminando un proceso importante para la región y ésta, como un todo, podrá repensar su propia integración teniendo el diálogo Unión Europea-América Latina como referente.
En ese marco, emerge la oportunidad para el presidente Tabaré Vázquez de tomar las riendas de Mercosur con la mirada puesta en una estrategia de largo alcance. Lo vemos con esa voluntad. Si lo hacemos, seremos coherentes con los signos de los tiempos porque la gobernanza futura será mucho más un entendimiento de regiones o países continente que de países individuales.
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